Siempre que acabo un buen libro es como si me desapareciera el suelo bajo los pies. Me resulta casi siempre doloroso abandonar ese mundo recreado en el que me he estado adentrando cada noche, escapando a los minutos de la vida real. Y cuando cierro el libro tras el punto y final es como despertarse de pronto de un sueño agradable. Me quedo quieta, en silencio, traspasada por la sensación que la historia deja al final, como una huella, una huella que suavemente se desdibuja hasta desaparecer, solo entonces la realidad recupera su color verdadero y puedo incorporarme a mi vida hasta entonces suspendida, como si dejara atrás un paisaje que no volveré a visitar, como transcurren los momentos irrepetibles, como pasan suavemente las paginas ya escritas de la vida.
3 comentarios:
A mi terminarme un libro me deja siempre un doble sabor de boca... Un regusto encantador de un gran final (si es que existe) y el disgusto amargo de pensar que nunca más sabré de esos personajes, nada más, solo la posibilidad de volver a leer los mismos sucesos... Es lo grande de la lectura frente al cine o la televisión, que la relación con la historía y los personajes es tan larga que acaba siendo una implicación casi real...ya son tuyos... nunca se irán de ti
Ni yo, con lo que soy, con el grandísimo bagaje cultural y revolucionario que poseo y con el ego del tamaño de Groenlandia que me posee, podría haberlo dicho mejor.
Y eso que al final sólo es un puto libro, un artículo tan demodé que acabará por expirar por sí solo y no por arte de bomberos locos.
Cuando estás terminando una lectura, sobre todo si te está apasionando, te embarga el nerviosismo por acabar y saber a donde va a parar toda esa historia que has estado leyendo y , al mismo tiempo una especie de nostalgia empieza a inundarte, un aire de adioses, ya eran parte de tu vida esos personajes, pero tienen que seguir su curso...como algunas personas que se cruzan en nuestro camino.
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