miércoles, 30 de mayo de 2007

Bellezas de otro mundo


No se pueden entender ciertas cosas si no se convive con ellas, no se pueden disfrutar otras tantas si no se conocen, y hay algunas que jamás se llegan a comprender.
Si hay algo de lo que tengo plena certeza (y son muy pocas las cosas de las que estoy segura) es de que cuando hay un clima político y social , de crisis vital, se refleja en ciertos comportamientos y exaltaciones a pie de calle, de los que ni nosotros mismos somos conscientes, a veces ni siquiera somos partícipes de lo que decimos o pensamos. El pesado manto que los medios despliegan sobre nuestras delicadas cabecitas, cansadas y exahutas (por temas siempre más trascendentales, sin duda) nos está aletargando, no nos da tiempo a reaccionar, a cuestionar, a reflexionar, a leer entre líneas...
La clave es el tiempo, más bien la falta de tiempo (se supone que son ellos los que han de contrastar la información y no nosotros, pero es falso), y el desconocimiento. Yo creo que ha llegado el momento de plantarse, de decir basta ya, de no dejarse arrastrar por lo que quieren (unos u otros, lo mismo me da) que creamos, que sintamos, que pensemos, que aparentemos ser...
Un viaje a cualquier parte con los ojos de un niño es siempre fascinante, todo depende del cristal con el que se mire y todos merecemos esa mirada clara, pura, e incorrupta alguna vez.
Así vi Santander el verano pasado y todo lo que me sucedió allí fue maravilloso, aprendí tanto...aún me dura.

2 comentarios:

Victoria Ascanio dijo...

Que bonito... creo que tengo la misma sensación que tú...

La monaca di Monza dijo...

Precioso como siempre. Como me gusta leerte nena...

Lo que pasa es que de manera incontrolada e incontrolable nos hacemos mayores y los sueños y bondades de nuestras miradas de niños estallan poco a poco, lentamente, como pompas de jabon, y despues de haberse enturbiado muchas veces, la mirada deja de tener transparencia.

Sin embargo, lo bueno de hacerse mayor es que se consigue sobrevivir a profundas inmersiones dentro de uno mismo y los ojos que han mirado mucho dentro de uno son agudos e incisivos cuando miran alrededor. A veces mi mirada es aguda como un alfiler y miro a mi alrededor y consigo ver como a traves de unas gafas de mucho aumento, lo veo todo lo bastante grande como para desear proteger mis prejuicios consciente de que muchas veces son ellos lo que me protegen a mi.