viernes, 28 de marzo de 2014

Pequeña reflexión


He empezado a cantar por mi cuenta con una profesora particular. Una hora y media a la semana de emitir ruidos extraños (que no sabía ni que podía hacer) y de preparar arias clásicas que probablemente nunca cantaré ante nadie. Esta que he compartido es la que estoy preparando ahora... Podría cantarla cientos de veces y cada vez las disfrutaría igual. Ese momento me hace feliz. Y ahora pienso que me da igual que nadie me escuche nunca cantarlas.
La desaparición de alguien evidencia de sopetón que querías a esa persona, que la quieres... que la admiras. Y pone sobre la mesa la melancolía de no haber pasado con ella más tiempo y de haber disfrutado de una forma más completa de sus virtudes. Aunque no coincidíamos mucho en nuestras ideologías y en nuestras posturas, era una mujer auténtica y valiente (como bien me decía hoy Penelope).
Desde el primer día envidié (sanamente) la libertad de Concha, su capacidad para ser feliz y hacer lo que realmente era importante para ella. Creo que ha sido una mujer que ha disfrutado de si misma, y de lo que la vida le ha dado (siempre corta como decía Beardsley).
Al final es cierto que lo importante es el camino y ser lo más feliz posible en cada momento. No tienen sentido el sacrificio y la entrega a los deberes si no implican bien estar y paz...
Y en todo esto aprender hasta de la muerte. Ayer cuando Mónica me llamó para contármelo, me alegré de que fuera ella quien me daba la noticia, y le dije que la quería por que es cierto... Y de pronto olvidé por que en algún momento habíamos cortado nuestra relación (Mónica y yo) y recordé que Concha intentó que nos reconciliáramos...
Que caprichosa es la vida... y que injusta a veces...
Os quiero... pienso recordaroslo muy a menudo.