lunes, 31 de diciembre de 2007

Adios 2007


No creo en el horóscopo y no soy supersticiosa, pero el año termina y me he comprado unas braguitas rojas y he consultado el horóscopo... y es que como ya sabéis, soy un poco absurda.

Lo que también me ocurre es que estoy deseando despedir el 2007, que ha sido un año inestable, lleno de sorpresas desagradables, de turbulencias y equivocaciones. Así que después de unos años en que me quedaba en casita, bebiendo champagne y un poco melancólica por el año que se iba, este año...me voy de fiesta, a celebrar precisamente que el año se va.

Este momento es para mi como cuando en el colegio me disponía a comenzar un nuevo cuaderno. Siempre me proponía esforzarme y mejorar mi caligrafía. Tomaba el cuaderno nuevo entre mis manos y con ceremonia escribía mi nombre en la primera página. Después pasaba la hoja y comenzaba a escribir con ingenua ilusión. Un cuaderno nuevo esta lleno de posibilidades y claro está, un nuevo año también.

De todas formas aunque el año 2007 no ha sido mi año, ha sido un año importante. Y es que lo importante del transcurso de los años no es hacerse mayor...es sencillamente crecer. Y este año ha sido para mi como cuando de pequeños cogíamos las anginas y nuestra madre decía que aquello era para “dar un estirón”, Creo que este año febril he pegado un buen estirón.

He aprendido muchas cosas. Y muchas de las cosas que he aprendido y muchas de las que he vivido se han quedado aquí en este blog que nació en este 2007.

He aprendido a ser un poquito mala, a reirme enseñando los colmillos. Que a veces la vida nos roba los mapas y que estos, a veces, no son necesarios si hay amigos que reinventan para uno la palabra todavía. Ahora se que hay faros que alumbran y otros que deslumbran. Que a veces es mejor estar a dieta que atragantarse en un mal banquete, que no hay prozac para el alma, pero si hay chinos con títulos nobiliarios que consiguen arrancarte una sonrisa. Que ninguna road movie lleva a la felicidad, pero que hay personas dispuestas a sacarte de la cuneta y remolcarte durante el tiempo preciso. Que no hay puertas que no puedan ser cerradas ni ventanas que no puedan abrirse de par en par dejando entrar el sol hasta el deslumbre. Que siempre hay un tren de vuelta y una canción de Quique, y un cine, un buen libro, y un teatro... Que siempre hay palabras para limar los días, para escupir la pena, para contar un chiste, para deciros simplemente que os quiero y que os deseo lo mejor para el 2008.

jueves, 27 de diciembre de 2007

Patente de Corso "Dos chicos y una moto"


"Dos chicos y una moto Es de noche y llueve desde hace unos minutos sobre la sinuosa carretera de Madrid al Escorial. Clap, clap, clap, hacen los limpiaparabrisas mientras conduzco con precaución. Es sábado por la noche, el tráfico de subida hacia la sierra es intenso, y las gotas de agua y el asfalto mojado reflejan destellos de faros. Al salir de una curva, los míos iluminan a dos chicos jóvenes montados en una motillo. Van inclinados hacia delante bajo la lluvia, con los cascos puestos y pegados al lado derecho de la carretera, mientras los coches pasan cerca, salpicándolos con turbonadas de agua. Es zona de urbanizaciones, la moto es pequeña, y al dar la luz larga confirmo que los chicos deben de tener diecisiete o dieciocho años y no van equipados para la carretera. Se trata, deduzco, de dos muchachos haciendo un trayecto corto. Seguramente viven en las cercanías y se dirigen a casa de un amigo, o a uno de los multicines o complejos recreativos próximos. El aguacero los sorprendió subiendo el puerto, y avanzan lo mejor que pueden, pegado el que va de paquete a la espalda del compañero, con la resolución insensata y valerosa de su extrema juventud. Jugándose literalmente la vida a las diez de la noche, a oscuras en una carretera, bajo la lluvia, para llegar a tiempo a la cita con los compañeros de clase, la pandilla de amigos –palabra mágica– o el par de chicas con las que están citados en la hamburguesería o el cine. Y mientras, disponiéndome a adelantarlos, pongo el intermitente a la izquierda para advertir de su presencia a los coches que vienen detrás de mí, pienso que no me gustaría ser hoy la madre o el padre que vieron salir a esos chicos de casa, oyeron el tubo de escape de la moto alejándose, y ahora escuchan golpear la lluvia en los cristales. Sin duda me hago viejo, pienso. Demasiado. Por alguna extraña razón, esos dos muchachos en la motillo, tozudamente inclinados hacia delante bajo la lluvia, me remueven los adentros. Hace demasiado tiempo que dejé atrás líneas de sombra y demás parafernalia moza; pero aún recuerdo lo que puede sentirse a lomos de una moto que avanza trazando curvas en la oscuridad, impulsado, como esa pareja de frágiles jinetes nocturnos, por la amistad, el amor, el deseo de aventura, la irreflexiva osadía de la juventud firme, arriesgada, segura. Y es noche de sábado, nada menos. El tiempo que hay por delante está preñado de promesas. No hay lluvia, ni carretera negra, ni turbonadas de agua pulverizada al paso de coches indiferentes que enfríe el entusiasmo de dos jóvenes de diecipocos años que cabalgan resueltos a zambullirse expectantes, gozosos, en cuanto los aguarda. En la plena vida. Tal vez, mientras la lluvia azota las viseras bajadas de sus cascos y el agua les empapa cazadoras y pantalones, presienten la música que oirán dentro de un rato, oyen la risa leal de los amigos, ven ante sí los ojos de muchachas que esta noche los mirarán a los ojos para confirmarles que el mundo es un lugar maravilloso. Quizá porque van al encuentro de todo eso los dos chicos siguen adelante sin arredrarse, con su pequeña moto. Son jóvenes, sufridos, valientes. Y se creen eternos. Inmortales. Mientras paso a su lado, adelantándolos entre turbonadas de lluvia, los miro de soslayo y les deseo suerte. Ojalá, pareja de impávidos pardillos, lleguéis sanos y salvos allí a donde os dirijáis, y el calor de los amigos os seque las ropas mojadas, la piel fría y las manos heladas. Que valga la pena lo que estáis pasando. Que la hamburguesa esté en su punto, la cocacola lo bastante fría, las palomitas crujan, la película sea tan buena como os dijeron, la chica sonría como esperáis y se deje besar esta noche por fin, o bien os acometa y bese ella, que tanto monta. Que podáis volver a casa sobre un asfalto seco y con la gasolina suficiente para que la motillo no os deje tirados, y que los padres que ahora miran angustiados el reloj sientan el inmenso alivio de oír abrirse la puerta de la calle o vuestros pasos en el pasillo al regresar. Que todo eso os pertenezca para siempre, y que esta valerosa determinación, dos muchachos solos en la noche subiendo un puerto peligroso, inclinados tenazmente bajo la lluvia, no os abandone nunca en otras carreteras. Amén. Con tales pensamientos termino de adelantar, pongo el intermitente a la derecha y sigo adelante mientras queda atrás, en el retrovisor, el faro solitario de la pequeña moto. Dos chicos irresponsables, tontos y valientes, me digo perdiéndolos de vista. Ojalá lleguen a donde van. Ojalá lleguen todos."

domingo, 23 de diciembre de 2007

La irreverente elegancia de SIDONIE


Esta crónica aparecerá en el MONDO SONORO en enero, pero aquí la tenéis en primicia:

SIDONIE

Sala: La Copera (Granada) Fecha: 15-12-2007.

Estilo: Pop Público: Casi lleno.

Cumplir diez años juntos ya es un motivo de celebración, pero si, además de soplar las velas, se cuenta con una puesta en escena y una personalidad como la de SIDONIE, asistir a uno de sus conciertos se convierte en una fascinante aventura, en un viaje del que el público sale risueño y satisfecho, con una sonrisilla y un brillo palpitante en la mirada. El pasado 15 de diciembre encandilaron al público granadino, es su gira de presentación del nuevo disco, COSTA AZUL, tras tocar en Argentina y Uruguay.

SIDONIE demostró estar en plena forma, más maduros y experimentados, y con una seguridad apabullante encima del escenario. La fórmula de estos tres genios se basa en seguir su instinto y, este no les falla, mantuvieron a la sala en vilo durante las dos horas que duró el espectáculo, ESPECTÁCULO con mayúsculas, teatrales y carismáticos, dosificando las sorpresas, de poco a poco, sin temblarles el pulso, como verdaderos magos. Magia en el escenario y en el ambiente, sólo quebrada por la deficiente iluminación de la sala, que no permitía contemplar la gestualidad de los componentes de la banda. Intercalaron sus ya grandes éxitos con los nuevos temas, pero sorprendentemente todos eran coreados, aprendidos de memoria para la ocasión, la buena simbiosis entre la banda y el público hizo que el concierto fuera aún más interesante y, SIDONIE brilló con luz propia, desprendiendo calor en la helada noche granadina. “Giraluna” un single sorprendente, con coreografía incluida de cuento de hadas, un escenario decorado con girasoles, un tempo excelso, mezclándose con el público, de la psicodelia al sueño, y del baile a la profundidad de sus recién estrenadas letras, como “Nuestro baile del viernes”, “Todo lo que nos gusta” (nos va a matar)…

Ejecución brillante, diversión asegurada y emociones fuertes. Sidonie demuestra que se puede ser irreverente sin perder en el camino una pizca de la elegancia que los caracteriza.

sábado, 22 de diciembre de 2007

MI FIESTA PERFECTA


En mi fiesta perfecta siempre termino quitándome los zapatos y contando secretos.

En la fiesta perfecta siempre hay oídos para secretos, y borrachos sensatos que vienen al rescate. Hay mujeres hermosas con sombreros de frutas y cigarrillos en largas boquillas vacilantes. Chisteras, flamenco, turbantes. Multitudes en una diminuta cocina americana, fotógrafos certeros, frases lapidarias. Hay besos esquineros, cotilleos malvados y tiernos cotilleos, atuendos criticables, atuendos temerarios. Hay sorpresas, libres carcajadas y tristezas retenidas.

Miradas incautas, deseos encendidos, interruptores fáciles, confesiones escandalosas, postales de Andy Warhol, viudas negras, coreografías imposibles. Vuelos de amor al ritmo de Sinatra. Miradas subtituladas, cruces de miradas, susurros encendidos, calenturas.

Música, música, música. Risas, risas, risas. Vasos largos y cortos y....copas de champagne.

En mi fiesta perfecta están todos mis amigos, con todas sus historias y las historias de otros que no están en la fiesta. Y cuando todo pasa y el confeti reposa por fin en las baldosas, hay tardes de café para hablar de la fiesta, para que nos cuenten las cosas que hicimos y las que no hicimos, para fijar con afán fotográfico en la memoria esos momentos que quisiéramos multiplicar en nuestras vidas.

¡FELICES FIESTAS!

LIBROS Y SALVACIÓN





Quien regala un libro regala una tabla de salvación.

Después de resultar premiada con un titulo esperado en nuestro extravagante sorteo de libros navideño, tras la reflexión lúcida y terrible de la “Patente de Corso”, quiero poner aquí una hermosa metáfora de la lectura que Baricco hace en su maravilloso y recomendable “Tierras de cristal”


La llegada del ferrocarril provoca en los habitantes de la ciudad desconcierto, miedo, placer, el progreso, la vida como un tren a gran velocidad:


“...en los trenes para salvarse, cogieron la costumbre de entregarse a un gesto meticuloso, una práctica aconsejada incluso por los propios médicos y por insignes estudiosos, una minúscula estrategia de defensa, obvia pero genial, un pequeño gesto exacto, y espléndido.

En los trenes, para salvarse, se leía.

Linimento perfecto. La fija exactitud de la escritura como sutura de un terror. El ojo que encuentra en las minúsculas curvaturas descritas por las líneas el nítido atajo para huir del indistinto flujo de imágenes impuesto por la ventanilla. En las estaciones, vendían las lámparas pertinentes, lámparas de lectura. Se sostenían con una mano, describían un íntimo cono de luz para enfocar la página abierta. Hay que imaginárselo. Un tren en carrera furibunda sobre dos laminas de hierro, y dentro del tren un rincón de mágica inmovilidad recortado minuciosamente por el compás de una llamita. La velocidad del tren y la fijeza del libro iluminado. La eternamente cambiante multiplicidad del mundo alrededor y el pétreo microcosmos de un ojo que lee. Como un núcleo de silencio en el corazón de una detonación. Si no fuera historia verdadera, verdadera historia, se podría pensar: no es mas que la belleza de una metáfora exacta. En el sentido de que tal vez, siempre, y para todos, leer no es otra cosa que mirar fijamente un punto para no ser seducidos, y destruidos, por el incontrolable deslizarse del mundo. No se leería nada si no fuera por miedo. O para aplazar la tentación de un incontrolable deseo al que, se sabe, no sabremos resistirnos. Se lee para no levantar la mirada hacia la ventanilla, esa es la verdad. Un libro abierto siempre es el certificado de la presencia de un infame – los ojos clavados en aquellas líneas para no dejarse robar la mirada por el ardor del mundo- las palabras que una a una comprimen el fragor del mundo en un embudo opaco hasta hacerlo gotear en pequeñas gotas de cristal que se llaman libros –la forma mas refinada de batirse en retirada, esa es la verdad. Una porquería, pero dulcísima. Esto es importante, y será necesario recordarlo siempre, y transmitirlo, cada vez, de enfermo a enfermo, como un secreto, el secreto que nunca desaparezca en la renuncia de alguien o en la fuerza de alguien, que sobreviva para siempre por lo menos en la memoria de un alma agotada, y allí resuene como un veredicto capaz de acallar a quien sea: leer es una porquería dulcísima. ¿Quién puede comprender nada de la dulzura si nunca ha reclinado su propia vida, la vida entera sobre la primera línea de la primera página de un libro? No, ésa es la única y más dulce custodia de todos los miedos – un libro que empieza. Por lo tanto, junto a millares de otras cosas, sombreros, animales, ambiciones, maletas, dinero, cartas de amor, enfermedades, botellas, armas, recuerdos, botas, gafas, abrigos de piel, risas, miradas, tristezas, familias, juguetes, enaguas, espejos, olores, lágrimas, guantes, ruidos –junto a esos millares de cosas que ya elevaban del suelo y lanzaban a velocidades prodigiosas, esos trenes que rayaban adelante y atrás el mundo como heridas humeantes también llevaban en su interior la soledad impagable de aquel secreto: el arte de leer.”



viernes, 21 de diciembre de 2007

PERMITIDME TUTEAROS, IMBÉCILES




No queridos míos...no pretendo ofenderos, no es que se me haya pasado de golpe el espiritu navideño, ya sabeis que la cursilería a veces arraiga en mi cual mala hierba...no es que esta mañana haya amanecido levantisca, se trata de la última "Patente de Corso" del Sr. Perez Reverte, y como muchos os complaceis denostando a Papa Noel, la purpurina, el papel de regalo, los villancicos....y sois todos gente sin corazon, he decidido colgarla para calentaros un poco la sangre...así que ala, a maldecir que es lo que os gusta...y carbon para todos que es lo que mereceis.


"Cuadrilla de golfos apandadores, unos y otros. Refraneros casticistas analfabetos de la derecha. Demagogos iletrados de la izquierda. Presidente de este Gobierno. Ex presidente del otro. Jefe de la patética oposición. Secretarios generales de partidos nacionales o de partidos autonómicos. Ministros y ex ministros –aquí matizaré ministros y ministras– de Educación y Cultura. Consejeros varios. Etcétera. No quiero que acabe el mes sin mentaros –el tuteo es deliberado– a la madre. Y me refiero a la madre de todos cuantos habéis tenido en vuestras manos infames la enseñanza pública en los últimos veinte o treinta años. De cuantos hacéis posible que este autocomplaciente país de mierda sea un país de más mierda todavía. De vosotros, torpes irresponsables, que extirpasteis de las aulas el latín, el griego, la Historia, la Literatura, la Geografía, el análisis inteligente, la capacidad de leer y por tanto de comprender el mundo, ciencias incluidas. De quienes, por incompetencia y desvergüenza, sois culpables de que España figure entre los países más incultos de Europa, nuestros jóvenes carezcan de comprensión lectora, los colegios privados se distancien cada vez más de los públicos en calidad de enseñanza, y los alumnos estén por debajo de la media en todas las materias evaluadas. Pero lo peor no es eso. Lo que me hace hervir la sangre es vuestra arrogante impunidad, vuestra ausencia de autocrítica y vuestra cateta contumacia. Aquí, como de costumbre, nadie asume la culpa de nada. Hace menos de un mes, al publicarse los desoladores datos del informe Pisa 2006, a los meapilas del Pepé les faltó tiempo para echar la culpa de todo a la Logse de Maravall y Solana –que, es cierto, deberían ser ahorcados tras un juicio de Nuremberg cultural–, pasando por alto que durante dos legislaturas, o sea, ocho años de posterior gobierno, el amigo Ansar y sus secuaces se estuvieron tocando literalmente la flor en materia de Educación, destrozando la enseñanza pública en beneficio de la privada y permitiendo, a cambio de pasteleo electoral, que cada cacique de pueblo hiciera su negocio en diecisiete sistemas educativos distintos, ajenos unos a otros, con efectos devastadores en el País Vasco y Cataluña. Y en cuanto al Pesoe que ahora nos conduce a la Arcadia feliz, ahí están las reacciones oficiales, con una consejera de Educación de la Junta de Andalucía, por ejemplo, que tras veinte años de gobierno ininterrumpido en su feudo, donde la cultura roza el subdesarrollo, tiene la desfachatez de cargarle el muerto al «retraso histórico». O una ministra de Educación, la señora Cabrera, capaz de afirmar impávida que los datos están fuera de contexto, que los alumnos españoles funcionan de maravilla, que «el sistema educativo español no sólo lo hace bien, sino que lo hace muy bien» y que éste no ha fracasado porque «es capaz de responder a los retos que tiene la sociedad», entre ellos el de que «los jóvenes tienen su propio lenguaje: el chat y el sms». Con dos cojones. Pero lo mejor ha sido lo tuyo, presidente –recuérdame que te lo comente la próxima vez que vayas a hacerte una foto a la Real Academia Española–. Deslumbrante, lo juro, eso de que «lo que más determina la educación de cada generación es la educación de sus padres», aunque tampoco estuvo mal lo de «hemos tenido muchas generaciones en España con un bajo rendimiento educativo, fruto del país que tenemos». Dicho de otro modo, lumbrera: que después de dos mil años de Hispania grecorromana, de Quintiliano a Miguel Delibes pasando por Cervantes, Quevedo, Galdós, Clarín o Machado, la gente buena, la culta, la preparada, la que por fin va a sacar a España del hoyo, vendrá en los próximos años, al fin, gracias a futuros padres felizmente formados por tus ministros y ministras, tus Loes, tus educaciones para la ciudadanía, tu género y génera, tus pedagogos cantamañanas, tu falta de autoridad en las aulas, tu igualitarismo escolar en la mediocridad y falta de incentivo al esfuerzo, tus universitarios apáticos y tus alumnos de cuatro suspensos y tira p’alante. Pues la culpa de que ahora la cosa ande chunga, la causa de tanto disparate, descoordinación, confusión y agrafía, no la tenéis los políticos culturalmente planos. Niet. La tiene el bajo rendimiento educativo de Ortega y Gasset, Unamuno, Cajal, Menéndez Pidal, Manuel Seco, Julián Marías o Gregorio Salvador, o el de la gente que estudió bajo el franquismo: Juan Marsé, Muñoz Molina, Carmen Iglesias, José Manuel Sánchez Ron, Ignacio Bosque, Margarita Salas, Luis Mateo Díez, Álvaro Pombo, Francisco Rico y algunos otros analfabetos, padres o no, entre los que generacionalmente me incluyo. Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil que un malvado."

lunes, 17 de diciembre de 2007

Dos tazas


Motril 15 de Agosto de 2007 7:30 P.M.


Como veo que hace frío y que se nos encoge el bulbo raquídeo y el espinazo se nos pone como un carámbano, y que el ijoputa vestido de rojo jejejojo se nos acerca como un imperialista con toda la cuerda dada y su amplia panoplia de necesidades creadas, pleisteichons y fuleshachedés y toda esa serie de mojigatos artículos electrónicos propios de la burguesía manirrota pueblerina y grasienta (jipós) que campea en tierras de España, nada mejor que una visión calmada de un daguerrotipo de éste verano en el que se reflejan mejores temperaturas que las de ahora y en las que se pueden contemplar sin trabajo los rostros gemebundos de algunos de nuestros más destacados miembros acompañados de parte de su prole en actitud. En suma.
Más Revolución y menos jipijapes!


jueves, 6 de diciembre de 2007

Navidad


Noviembre ha pasado...menos mal.

Y ahora si queréis, amigos villanos, podéis apedrearme, escupirme, vilipendiarme por lo que voy a deciros...me encanta la navidad. Es pasar la hoja del maldito mes de noviembre y de pronto, como por arte de birlibirloque, me siento más feliz. Creo que tiene algo que ver eso de ser hija de un juguetero. Cuando pequeña me sentía muy especial en navidad, pensad que mi padre trabajaba hombro con hombro con los Reyes Magos...esto era bastante para impresionar a mis amigos, a los que creían en los Reyes, claro.

Me encanta visitar belenes, comprar regalos y esconderlos, y adornar la casa. Este año además, como he dejado de habitar una caja de galletas, hasta he comprado un árbol. Mi casa es ahora como una verbena de rojo y dorado, y es que enseguida me dejo invadir por eso que llaman espíritu navideño...alma cándida...pensareis algunos.

Pues sí, soy un alma cándida, soy una malhechora navideña.

La navidad sabe a polvorón, a champagne y a Dickens. La navidad es para las niñas que leyeron “Mujercitas”, para los que aman a Frank Capra, huele a leña y a sorpresa. La navidad tiene el tacto de la infancia, es estar en pijama viendo “Siete novias para siete hermanos”, jugar al monopoli, vestir braguitas rojas, poner los zapatos en la ventana, no saber tocar la zambomba.

La navidad es también hacer buenos propósitos, pedir deseos, engordar con alegría, querer, y dejarse querer.

La navidad ha llegado...como el milenarismo que anunciaba Fernando Arrabal, y para mi llegó de una forma extraña y especial, hará un par de días, justo al poner un pie en la calle saliendo del trabajo, se iluminó la ciudad, miles de bombillas orquestadas para alegrarme el día, para guiarme, como la estrella, de vuelta a casa.


lunes, 3 de diciembre de 2007

LOS PRESOS DE LA CARCEL REAL



Mi querida Micomicona me reprocha el estilo dulzón de mi ultimo post, yo no le veo dulzura por ninguna parte, pero en fin, como se trata de dar vida y combate al blog hoy voy a colgar la patente de corso del Sr. Perez Reverte. Como sé que muchos de vosotros... gente de estilo, no frecuentais el foro de los gazmoños (no todos pero muchos) en el que suelen colgar las patentes la he birlado para vosotros como una malandrina que soy y la cuelgo en nuestro blog por que siendo familia del antagonista del héroe que da nombre a sus novelas ¡Nosotros lo valemos!


"LOS PRESOS DE LA CARCEL REAL"


Hoy vamos de historieta histórica, si me permiten. Merece la pena. En los últimos tiempos, y por razones de trabajo, me he visto entre libros y documentos bicentenarios, de esos que a veces estremecen y otras te dejan una sonrisilla cómplice cuando proyectas, sobre la prosa fría del documento, imaginación suficiente para revivir el asunto. El de hoy se refiere al dos de mayo de 1808, cuando Madrid estaba en plena pajarraca insurreccional contra las tropas francesas. Es rigurosamente verídico, aunque parezca esperpento propio de una película de Berlanga. Y es que, a veces, también la España negra tiene su puntito. Todo empezó con una carta escrita a media mañana, cuando la ciudad era un tiroteo de punta a punta, la gente sublevada peleaba donde podía, y la caballería francesa cargaba contra paisanos armados con navajas en la puerta del Sol y la puerta de Toledo. La carta iba dirigida al director de la Cárcel Real de Madrid –situada junto a la plaza Mayor, hoy sede del ministerio de Asuntos Exteriores– por Francisco Xavier Cayón, uno de los reclusos, y estaba escrita en nombre de sus compañeros: «Abiendo advertido el desorden que se nota en el pueblo y que por los balcones se arroja armas y munisiones para la defensa de la Patria y del Rey, suplica, bajo juramento de volber a prisión con sus compañeros, se les ponga en libertad para ir a esponer su vida contra los estranjeros». Entregada al carcelero jefe Félix Ángel, la solicitud llegó a manos del director. Y lo asombroso es que, en vista del panorama y de que los presos, ya artillados de hierros afilados, tostones y palos, estaban montando una bronca de órdago, se les dejó salir a la calle bajo palabra. Tal cual. Ahora imagínense el cuadro. Sin mucho esfuerzo, porque la Historia conservó los pormenores del episodio. De los noventa y cuatro reclusos, treinta y ocho prefirieron quedarse en el estarivel, a salvo con los boquis, y cincuenta y seis caimanes se echaron al mundo. Eran, claro, lo más fino de cada casa: gente del bronce y de puñalada fácil, chanfaina de los barrios crudos del Rastro, Lavapiés y el Barquillo, brecheros, afufadores, jaques de putas, Monipodios, Rinconetes, Cortadillos, Pasamontes y otras prendas, incluido un pastor de cabras que había dado unas cuantas mojadas a un tabernero por aguarle el morapio. Y, bueno. Como digo, salieron. De estampía. Lástima de foto que nadie les hizo. Porque menuda escena. Ignoro cuántas ermitas visitaron de camino aquellos ciudadanos para entonarse de uvas antes de la faena; pero unos franchutes, que manejaban en la plaza Mayor un cañón con el que hacían fuego hacia la calle de Toledo, vieron caerles encima una jábega de energúmenos morenos, patilludos, tatuados y vociferantes, que a los gritos de «¡Viva el rey!» y «¡Muerte a los gabachos!» se los pasaron literalmente por la piedra de amolar, dándole ajo a siete. En pleno escabeche, por cierto, se incorporó a la peña otro preso del talego del Puente Viejo de Toledo, que se había abierto sin ruegos ni instancias, por la cara. Se llamaba Mariano Córdova, era natural de Arequipa, Perú, y tenía veinte años. Venía buscando gresca y se les unió con entusiasmo. Ya se sabe: Dios los cría. El zafarrancho de la plaza Mayor duró un rato, y tuvo su aquel. Los presos dieron la vuelta al cañón de los malos y le arrimaron candela a un escuadrón de caballería de la Guardia Imperial que cargaba desde la puerta del Sol. Al cabo, faltos de munición, inutilizaron el cañón y se desparramaron por las callejuelas del barrio, cachicuerna en mano, buscándose la vida. Entre carreras, navajazos y descargas francesas, palmaron el peruano Córdova y el ilustre manolo del barrio de la Paloma Francisco Pico Fernández. Su compañero Domingo Palén resultó descosido de asaduras y acabó en el Hospital General, y dos presos más se dieron por desaparecidos y, según los testigos, por fiambres. Pero lo más bonito, lo pintoresco del colorín colorado de esta singular historia, es que, de los cincuenta y dos restantes, sólo uno faltó al recuento final. Entre aquella noche y la mañana del día siguiente, cincuenta y un cofrades regresaron a la Cárcel Real, solos o en pequeños grupos. Me gusta imaginar a los últimos llegando al alba –alguno visitaría antes a la parienta, supongo– exhaustos, ensangrentados, provistos de armas y despojos de franceses, con los bolsillos llenos de anillos, monedas gabachas, dientes de oro y otros detallitos, tras haber hecho concienzudo alto en cuantas tabernas hallaron de camino. Con una sonrisa satisfecha y feroz pintada en el careto, supongo. Cincuenta y un presos de vuelta, y uno sólo declarado prófugo. Cumpliendo como caballeros, ya ven. Gente de palabra.