sábado, 22 de diciembre de 2007

LIBROS Y SALVACIÓN





Quien regala un libro regala una tabla de salvación.

Después de resultar premiada con un titulo esperado en nuestro extravagante sorteo de libros navideño, tras la reflexión lúcida y terrible de la “Patente de Corso”, quiero poner aquí una hermosa metáfora de la lectura que Baricco hace en su maravilloso y recomendable “Tierras de cristal”


La llegada del ferrocarril provoca en los habitantes de la ciudad desconcierto, miedo, placer, el progreso, la vida como un tren a gran velocidad:


“...en los trenes para salvarse, cogieron la costumbre de entregarse a un gesto meticuloso, una práctica aconsejada incluso por los propios médicos y por insignes estudiosos, una minúscula estrategia de defensa, obvia pero genial, un pequeño gesto exacto, y espléndido.

En los trenes, para salvarse, se leía.

Linimento perfecto. La fija exactitud de la escritura como sutura de un terror. El ojo que encuentra en las minúsculas curvaturas descritas por las líneas el nítido atajo para huir del indistinto flujo de imágenes impuesto por la ventanilla. En las estaciones, vendían las lámparas pertinentes, lámparas de lectura. Se sostenían con una mano, describían un íntimo cono de luz para enfocar la página abierta. Hay que imaginárselo. Un tren en carrera furibunda sobre dos laminas de hierro, y dentro del tren un rincón de mágica inmovilidad recortado minuciosamente por el compás de una llamita. La velocidad del tren y la fijeza del libro iluminado. La eternamente cambiante multiplicidad del mundo alrededor y el pétreo microcosmos de un ojo que lee. Como un núcleo de silencio en el corazón de una detonación. Si no fuera historia verdadera, verdadera historia, se podría pensar: no es mas que la belleza de una metáfora exacta. En el sentido de que tal vez, siempre, y para todos, leer no es otra cosa que mirar fijamente un punto para no ser seducidos, y destruidos, por el incontrolable deslizarse del mundo. No se leería nada si no fuera por miedo. O para aplazar la tentación de un incontrolable deseo al que, se sabe, no sabremos resistirnos. Se lee para no levantar la mirada hacia la ventanilla, esa es la verdad. Un libro abierto siempre es el certificado de la presencia de un infame – los ojos clavados en aquellas líneas para no dejarse robar la mirada por el ardor del mundo- las palabras que una a una comprimen el fragor del mundo en un embudo opaco hasta hacerlo gotear en pequeñas gotas de cristal que se llaman libros –la forma mas refinada de batirse en retirada, esa es la verdad. Una porquería, pero dulcísima. Esto es importante, y será necesario recordarlo siempre, y transmitirlo, cada vez, de enfermo a enfermo, como un secreto, el secreto que nunca desaparezca en la renuncia de alguien o en la fuerza de alguien, que sobreviva para siempre por lo menos en la memoria de un alma agotada, y allí resuene como un veredicto capaz de acallar a quien sea: leer es una porquería dulcísima. ¿Quién puede comprender nada de la dulzura si nunca ha reclinado su propia vida, la vida entera sobre la primera línea de la primera página de un libro? No, ésa es la única y más dulce custodia de todos los miedos – un libro que empieza. Por lo tanto, junto a millares de otras cosas, sombreros, animales, ambiciones, maletas, dinero, cartas de amor, enfermedades, botellas, armas, recuerdos, botas, gafas, abrigos de piel, risas, miradas, tristezas, familias, juguetes, enaguas, espejos, olores, lágrimas, guantes, ruidos –junto a esos millares de cosas que ya elevaban del suelo y lanzaban a velocidades prodigiosas, esos trenes que rayaban adelante y atrás el mundo como heridas humeantes también llevaban en su interior la soledad impagable de aquel secreto: el arte de leer.”



6 comentarios:

Vicky dijo...

Escapar, huir, volar, soñar, crecer, vivir una vida ajena, un sueño ajeno, una ilusión ajena...que se hace nuestra. Hay muchos libros que no empiezan bien, o tú no empiezas bien con ellos, ocurre como con las relacines humanas; pero hay veces que es preciso seguir, penar para encontrar al fin el tesoro.
"Océano mar" es lo último de él que he leído, es una maravilla, como lo es este estracto, casi me he sentido mal de reconocerme en elgún punto.

GALINSOGA dijo...

"chismorreos" es el calificativo que usa un indocumentado que conozco para denominar la literatura. Efectivamente, los lectores son unos horribles chismosos, ávidos de conocer las desventuras, añagazas, suertes y azares que la mente encendida del autor otorga a los personajes, pero acaso no es esto una forma de conocimiento? no es el sustituto perfecto de las leyendas de la tribu alrededor del fuego?

Mi indocumentado tiene una grave dolencia : y es que tiene que justificar de algún modo que no le gusta leer y en el fondo tiene un trauma importante que suple con ataques e insultos.

Allá él, es un tipo miserable de ciencias, un calculista minúsculo, un Dédalo de los Infiernos.

Bah! a cascarla! so burro!

Micomicona dijo...

¿Miserable de ciencias?, ¿calculista minúsculo?, ¿Dédalo de los infiernos?... imagino que no está usted generalizando, que voy pallá y la lío...

La monaca di Monza dijo...

Nena no te des por aludida, que el sujeto en cuestión no tiene nada que ver contigo...pero admite que entre la gente de ciencias se encuentran los espécimenes mas extravagantes de la especie...aunque no se les note!

GALINSOGA dijo...

Haya paz, Mico, que tú te salvas y otros muchos también.

Besos!

Micomicona dijo...

Es verdad, que en cierto despacho que yo conozco la gente de letras que allí pace no tiene extravagancias, ni na. Besicos