miércoles, 22 de agosto de 2007

Reglas de juego para los hombres que quieren amar a las mujeres




I
El hombre que me ame
deberá saber descorrer las cortinas de la piel,
encontrar la profundidad de mis ojos
y conocer la que anida en mí,
la golondrina
transparente de la ternura.

II
El hombre que me ame
no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el mismo amor
con que yo estaré al lado suyo.

III
El amor del hombre que me ame
será fuerte como los árboles de ceibo,
protector y seguro como ellos,
limpio como una mañana de diciembre.

IV
El hombre que me ame
no dudará de mi sonrisa
ni temerá la abundancia de mi pelo
respetará la tristeza, el silencio
y con caricias tocará mi vientre como guitarra
para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.
V
El hombre que me ame
podrá encontrar en mí
la hamaca para descansar
el pesado fardo de sus preocupaciones
la amiga con quien compartir sus íntimos secretos,
el lago donde flotar
sin miedo de que el ancla del compromiso
le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.
VI
El hombre que me ame
hará poesía con su vida,
construyendo cada día
con la mirada puesta en el futuro.

VII
Pero sobre todas las cosas,
el hombre que me ame
deberá amar al pueblo
no como una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y dar la vida si necesario.

VIII
El hombre que me ame
reconocerá mi rostro en la trinchera
rodilla en tierra me amará
mientras los dos disparamos juntos
contra el enemigo.

IX
El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega,
ni temerá descubrirse ante la magia del
enamoramiento
en una plaza pública llena de multitudes
podrá gritar —te quiero—o hacer rótulos en lo alto de los edificios
proclamando su derecho a sentir
el más hermoso y humano de los sentimientos.

X
El amor de mi hombre
no le huirá a las cocinas
ni a los pañales del hijo,
será como un viento fresco
llevándose entre nubes de sueño y de pasado
las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron
separados
como seres de distinta estatura.

XI
El amor de mi hombre
no querrá rotularme o etiquetarme,
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una Revolución
que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria.

Gioconda Belli


En este verano de desconcierto y con las dudas aún resonando por mis rezumantes cañerias, me ha hecho bien la visita de una buena amiga, y el recuerdo del maravilloso recital en que gozamos dando voz a los poemas de Gioconda Belli. Fue una noche perfecta de encuentros y casualidades en que capaces de hacer magia, cual sacerdotisas, sentimos que podiamos rendir con poesia los complejos del hombre ante el universo insondable de lo femenino.

y despues de las reglas de juego...

MANUAL PARA CONDUCIR


Para surcar mi cuerpo
sobre iluminadas autopistas,
despojate de medidas de seguridad
y avanza
cuan largo eres
sobre mi.

En la piel de este territorio
no hay más límite de velocidad
que la destreza de aferrar el volante
sobre las curvas más densas del camino
Con los faros abiertos y encendidos
habrás de recorrerme como una ciudad extendida
de barrios ensimismados; descubrir tras puertas y ventanas
el perfume de jardines ocultos.

Lo mismo te asaltará el aroma
de las huelenoche
que las plantas carnívoras te arrastrarán
hasta que aúlles suplicante.

A vos, amo de los carburadores relucientes,
yo te enseñaré a desear el agreste terreno de los cauces
y el abismo donde despeñar
todos tus artificiosos instrumentos de navegación.

En el placer de infinitas revoluciones por minuto,
de nada te servirán los frenos; los engranajes.
Es mejor que te rindas de antemano
cuando cruces hipnótico las avenidas anchas y quietas
donde vagan sueltas las fieras salvajes de mi ciudad encendida.

Descalzo y desnudo ambularás
los rascacielos de papel y las sombras solitarias
que se esconden bajo los puentes de mi espalda.
Vagarás indefenso por las esquinas ignotas
de mis rodillas.

Creo que te advertí que en mi ciudad no hay candados
y los zoologicos se abren de par en par al atardecer.
Un cuerpo de mujer es también un acertijo siniestro
donde puedes estallar.
Podrías sucumbir antes de ascender la última colina
y caer de bruces sobre el ombligo.

Las posibilidades son innumerables.
Sin embargo enuncio mi promesa:
Si te atreves autonauta
sobre mis iluminadas autopistas,
aún cuando me lo implores
no temás, no te lo concederé.

Hombre. Hombrecito mío.
Te doy mi palabra.
No te mataré.

Gioconda Belli

5 comentarios:

Vicky dijo...

Ay!!!! ¡Pillina! gracias de todas todas por colgar mi favorito

La monaca di Monza dijo...

jajajaja

Sabia que te gustaria...Gracias por tu compañía y por tu confianza eres un tesoro.

Infanzón Chu en Lai dijo...

Bueno el párrafo numero X.

abrazos revolucionarios!

La monaca di Monza dijo...

jajaja ¿No era usted el que me recetó una Revolución? En ello estoy amigo, tengo ahora mismo a los manifestante pidiendo pan a gritos por las calles.

La monaca di Monza dijo...

Lo proximo es que me matan al zar y a su parentela...jodido Lenin.