El sol del atardecer le impedía ver más allá de la dorada y deslumbrante masa de espigas al borde del camino.
Migo caminaba junto a ella feliz y risueño. Al contrario que otros perros con los que se cruzaban que iban y venían oliendo aquí y allí.
Se le repetía a menudo la escena que encontraron en aquella casa de Santa Fe.
...Al entrar Alvaro llamo a sus hijos que bajaron las escaleras sin saber lo que iban a encontrarse. Uno de ellos, más pequeño, abrazó al perro y el otro, que era un adolescente de unos 14 años, se quedó sentado en la escalera llorando.
Su padre lo abrazó.
-Te prometí que volveríamos a verlo. Ahora Kity tiene otra casa y otros dueños con los que es feliz-...
-Te prometí que volveríamos a verlo. Ahora Kity tiene otra casa y otros dueños con los que es feliz-...
La escena seguía emocionándole.
Llegaron a la puerta de la casa de Alvaro. Abrió su mujer.
-¿Ya estáis de vuelta?-
-Si, ha sido un paseo precioso. Gracias por dejarme pasear con él de vez en cuando. Es terapéutico para mi.-
Migo-kity entro corriendo en su casa en busca de los niños como si nunca se hubiese ido de allí. Los terrible años que pasó desde que lo robaron hasta que regresó parecían no existir para él.
"Que suerte amigo"... se dijo envidiando la sana felicidad del animal mientras conducía de regreso a casa.
"Que suerte amigo"... se dijo envidiando la sana felicidad del animal mientras conducía de regreso a casa.