viernes, 20 de julio de 2007

Ultima mirada...


…La casa sigue igual, majestuosa, grande, nostálgica y, sobre todo muy vivida… Sin embargo, y sabía porqué, parecía más habitada, más llena de movimiento, de música, de risas… Extraña forma de vida la nuestra, todo aquello camina hacia su fin y paradójicamente rebosa más vida que la que nunca conocí.
Ella, desde donde yo alcanzo a recordar, habitaba sola aquel espacio y envejecían juntos, recios y decadentes, pero siempre con los mástiles bien altos. Desde que yo era pequeño en el comedor el papel de la pared se desprendía mientras nadie comía allí y la gran mesa quedaba como un almacén de documentos caducados. Recordaba desde pequeño cómo una mancha de humedad descendía desde la claraboya del patio por el toldo, como una enredadera marrón y difuminada que iba creciendo.
Ahora, cuando ella ha dejado de combatir a la muerte,  la casa está más fría que nunca, algo me hace sentir que ya no es tan de ella como siempre lo fue: casa y habitante empiezan su divorcio.
Después de casi dos años sin pisarlas, recorrí serenamente las estancias, cada vez más vacías y silenciosas. Por primera vez me sentí invasor en aquel espacio que tanto y tanto conocí y habité. Por primera vez me miré en los espejos pensando en el momento en que ella los compró y los puso con la ilusión de decorar su hogar. Ahora no podía verse en ellos, ni lo haría nunca más.
El suelo de la casa ahora vibra a mi paso y las lámparas de cristales hacen un ruido mágico a la par de doloroso. Realmente parece más que una casa un anciano lleno de achaques…
Los cuadros me miraban tristes, y las plantas que ella tanto mimaba ya no estaban. Han desaparecido muchas cosas. Su maquina de escribir esta metida en su funda junto a la bolsa de las labores, elementos prohibidos para siempre a sus manos.
Llegué al sitio donde ella estaba. Dos años después no era ni un mal recuerdo de lo que fue. Estaba consumida sentada en su vieja butaca, donde siempre, con la salvedad de que al lado una grúa me recuerda su dolencia. Ahora sí, como ella decía, parece que se está desmenuzando… deshaciendo…
Mirarla así, no solo me resultó doloroso, me resultó impudoroso y violento. Ella siempre fue una mujer autónoma, fuerte, y muy segura de su intimidad.
Me miró y articulo algunas palabras que no recuerdo, sin importancia. Almorcé al su lado y ella me miraba fijamente todo el rato, al ver que la descubría sonreía complaciente.
No hubo mucho intercambio más. Lo había habido el resto de nuestra vida, no teníamos nada más que contarnos. Ella estaba muy cansada y yo muy afectado por todo aquello.
Me despedí de ella dándole un beso en la frente. Volví a mirarla desde la puerta, así no era como quería recordarla. Sigo esforzándome para recordar a la austera y fuerte doña Paquita. Ella me miró grave y abrió mucho los ojos. Se despidió con la mano. Los dos sabíamos que no volveremos a vernos, y los dos descubrimos en la mirada del otro lo mismo…
Pienso ahora en las Peonias de Manet, bellas, fantásticas en la naturaleza, y a su lado los pétalos que nos recuerdan que ya están desmenuzándose… Que relativo es todo, y que breve… e incluso a veces que injusto.

3 comentarios:

Micomicona dijo...

Un beso.

La monaca di Monza dijo...

Que emocionante...hermoso y duro, un fuerte abrazo.

Yzma dijo...

.........qué nudo en la garganta.....precioso querida. Un beso