sábado, 7 de julio de 2007

No más seguetazos sin conocimiento. Las ruedas dentadas de la Revolución empiezan a crujir por el calentamiento, pero necesitan la sangre y el esfuerzo de muchos para no chirriar en el movimiento que ahora empieza. Sigue al Líder, aunque no sepas su nombre, pues te será revelado. No preguntes. La Revolución no necesita preguntas, sino acción.

El pecado nefando de los que me persiguen y a los que persigo no es otro que la vida muelle y burguesa, otrora plácida, plena de pleisteishons, motillos a todo trapo y “aes vieo?”, pero que ahora y por mor de las señales, va tornándose incómoda o sencillamente intolerable, revolviéndose en los estómagos prístinos del capitalismo y regodeándose en los de aquellos que no heredaron la tierra.

El choque de dos trenes de mercancías que fue la vida de mis padres dejó en mí la impronta de la Revolución y el Abolengo revueltos en una entropía algo indigesta.

De mi padre heredé el escalafón mas bajo y hediondo de la nobleza, el que nadie quiere y del que todo el mundo rebufa: menos es nada, digo yo, y aunque suelo encarar las adversidades mediante la divisa de “ Alcalde o mierda”, mi condición noble condesciende y coadyuva a equilibrar mis intereses y los intereses del Acoso y Derribo de esta sociedad putrefacta. Heredé pues de él, dos cortinas y tres visillos, y poco más en lo material; no así en lo espiritual, pues supo inculcarme el arrojo y desprecio del temor aún en las empresas más necias ( como pedir una hipoteca o reclamar un duro a la Hacienda Pública), así como una velada afición a los vermut con poco hielo y dos medias rodajas de limón.


Mi madre, una marxista maoísta de corte, enfrentada al Kuomintang, aunque hiciera años que éste estuviera disuelto y enterrado, aficionada a los cigarrillos de marihuana liados a mano y a las lecturas saturadas de enhebramientos sociopolíticos, solía leerme por las noches el Libro Secreto de Poemas Antiburgueses de Carl Theodor Dreyer, del que recuerdo especialmente el siguiente titulado:

Poema de Ascensor nº 1

Ay, Bichucho, ya no te acuerdas de mí !
No recuerdas los días en que reíamos y bebíamos
los días luminosos sobre nuestros pies
andando y andando las calles
besándonos en los portales y debajo de los árboles
cogiéndonos las manos a escondidas y soltándolas cuando alguien se acercaba.

Tu cara y tu risa,
tu boca y tus palabras,
tus ayunas y las mías.

Y los besos sobre el color de nuestra piel.

Ay, Bichucho, ya no te acuerdas de mí !
y, sin embargo, dormimos juntos cada noche.



De la Refundición Orientalista de las teorías marxistas, de los poemas casi zen como el anterior, así como el humo de la hierba recién fumada alojada en el neocortex, aunado lo anterior con el olor a madera vieja y seca de los muebles de mi padre, vetustos, y que mantenían su hidalga condición aunque devorados por la carcoma burguesa, de todo ello, como digo, y de alguna sesión de electroshock que tuve que recibir a la edad de doce años (esa es otra), nació este vuestro aspirante a la demolición de los convenios burgueses, en especial, los sobrevenidos en la decada de los años ochenta, y a modo de ejemplo, los siguientes: “todo vale” y “cómprame una moto, papá, ahora y por cojones”.


Vigilad, porque el mundo tal como lo conocéis, está tocando a su fin.

2 comentarios:

La monaca di Monza dijo...

Magistral, inconmensurable, por no entrar a valorar la trascendencia de su lucha a la quen creo que nos uniremos todos los concurrentes ¿Donde nos dan la camisa de cuello Mao?

Infanzón Chu en Lai dijo...

Las camisas cuello Mao las llevamos en el corazón. Debemos ejercer revestidos como burgueses convictos, hasta que la Revolución estalle dentro de nosotros como un pequeño alien sediento de sangre.

Mientras tanto podemos disimular vistiendonos de Harajuku Kids o de jody Arnold. Algunas sugerencias en


http://jodiarnoldnyc.com/

http://www.stylepropaganda.com/2007/07/05/170/