El
otro día me comentó un amigo que él y su novia habían empezado a ir juntos a
clases de tango. Al principio me pareció
una idea un tanto extraña, sobre todo por que mi amigo siempre ha sido un poco
cortado, pero a medida que me contaba la ilusión que les hacía que llegara el
día de la clase y lo que se reían en casa ensayando los pasos en el salón en
medio de los muebles, empecé a pensar…
Las
parejas debían ser capaces de bailar juntas.
Acompasar
los pasos, medir las distancias, dejarse se llevar y saber llevar. El baile
enseña mucho de eso, a estar juntos, a seguir el ritmo, a mirarse a los ojos.
Bailando
hay que perdonar los pisotones, y a veces hay modificar el rumbo, hay que saber
esperar.
Se
puede susurrar al oído, sentir cerca los latidos del corazón del otro,
acariciar, medir el espacio, mirar a los otros, pero también aislarse del
mundo, compartir en silencio.
El
baile tiene mucho de rito, como el amor, mucho de anticipo y de sorpresa, y el
cuerpo se pone en juego, aunque supongo que los mejores bailarines lo que más
ponen en juego es el corazón.
1 comentario:
bailar, bailar, bailar, sola o acompañada.........tengo que poder volver a bailar........
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