lunes, 4 de junio de 2007

Micomicona


Son los hombres seres extraños, de naturaleza torpe y simple. Los hombres, digo, de género tal, esto es, los varones, que no la generalidad de la raza que domina este mundo áspero. Y a pesar desto, suelen andar endiosados, dando mandobles a diestro y siniestro, convencidos de su seso y gallardía.


Pudieran pensar hoy día que soy cobarde o necia por andar escondiéndome tras una máscara de fragilidad femenina; mas para que todos los que me lean aprendan si pueden, o si quieren , que nunca fue intención mía la de entrar en asuntos que no me conciernen, una lección de historia, direles que allá por mi época, más le valía a una mujer sola esconderse tras el rubor de su género que andar enfrentando varones y a pique de hoguera.


Es mi mundo además, tierra dura y malagradecida que solo ofrece a sus súbditos lo que puedan ellos arrancarle con sudor. Tierra donde el cielo y el suelo son uno y no hay distancias ni tiempo, pues la más larga travesía es como un cuadro interminable que no varía en el tiempo, y el minuto más breve se presenta interminable en ese infierno de arcilla y viento.


Me entenderán pues si les digo lo fácil de perder el seso, el alma y hasta la propia vida vagando por aquestos predios.


Así pues direles que es la mejor venganza para una dama como yo, humillada y engañada por pisaverdes fanfarrones y embusteros, hacer enloquecer al paradigma de la hombría y el buen facer masculino. Ya no habrá más Cardenios ni Fernandos que osen mirarme sin ver a una igual.


¿No resulta patética la facilidad con la que pican el anzuelo frente a un cebo tan grotesco como este?.


Es por esto que aún pudiéndome llamar Diana, Pentesilea o Artemisa, y siendo yo Dorotea, por gracia de mi buena madre, es mi nombre "Micomicona, princesa de Micomicon, hija de el rey mi padre, que se llamaba Tinacrio el Sabidor, muy docto en esto que llaman el arte mágica; hija de mi madre la reina, que se llamaba Jaramilla; y un descomunal gigante, señor de una grande ínsula, que casi alinda con nuestro reino, llamado Pandafilando de la Fosca Vista, en sabiendo mi orfandad, me lo había de quitar todo, no siendo esto ansí si yo me quisiere casar con él. Por esto me puse en camino de las Españas, donde hallaría el remedio de mis males hallando a un caballero andante, cuya fama en este tiempo se estendería por todo este reino, el cual se había de llamar, si mal no me acuerdo", don Quijote de la Mancha.


Y ansí vaga el hidalgo por esos mundos de Dios, sin más tesoro que una bacía de barbero y sin más esperanza que la de restituir mi malograda honra, pues no puede volver a desagraviar doncellas, ni desfacer entuertos, ni entrar en combate singular, sin haber cumplido antes su palabra de caballero.


No osen más los hombres cegados por el brillo de sus aceros, y el nervio de sus músculos pasar por encima de dama alguna, pues es bien sabido, y quien no lo supiere aprenda la lección, que no hay en el mundo afeite, abanico, enagua o guardainfante que no esconda tras de si el arco de una Amazona.

3 comentarios:

La monaca di Monza dijo...

Ahora si....no tengo palabras...bueno si ¡La madre que te parió! Jajajaja. Absolutamente sensacional. Un beso.

Victoria Ascanio dijo...

Fascinante... Querida, no sabes lo que impone ahora presencia. Espero que no se oculte tras el silencio al que estabamos tristemente acostumbrados...
Gracias micomicona... Continuas en la academia.

Vicky dijo...

Ahora sí que sí, ¿eh? Por eso habías estado en silencio, preparabas tu entrada triunfal.