Hay pocas cosas tan hermosas como la emoción que se siente al comienzo de un proyecto o un trabajo que nos resulta grato. La ilusión se desborda, nos sale por los poros y las decepciones y contratiempos, antes que mustiarnos, nos empujan a seguir adelante. La duda y el miedo se encuentran ahí, al acecho, pero los espantamos de un manotazo a la primera ocasión.
Quiero guardarme un poco de esta sensación de vida nueva, de impulso, de latido, de pulsión acertada... para cuando decaigan los ánimos y no tenga las mismas ganas de luchar. Para cuando la inconstancia haga su nido y me deje desmadejada, para cuando la decepción asome las orejas y me describa un paisaje inverso al que ahora veo. Asir con ambas manos la ILUSIÓN y pegármela al pecho para que se quede conmigo y no me vuelva a dejar.