lunes, 31 de mayo de 2010
"Si sigo escribiendo convertiré nuestro lugar en un océano"
No es mia, es de alguien a quien quiero y me parece lo más bonito que he leido ultimamente.
sábado, 22 de mayo de 2010
Principiantes
Este mes el autobús esta lleno de poesía, no por que a los viajeros les exijan un pareado al abonar el billete (sería divertido) Es por el Festival de Poesía, para promocionarlo han cubierto las ventanas del bus de adhesivos con poemas. A veces tengo que retorcerme, empinarme e incluso apartar a alguien disimuladamente para poder leerlas. En fin, ya sabéis que el autobús es el lugar donde consigo rapiñar unas pocas líneas en este frenesí de vida que llevo, también en el autobús es donde se me han ocurrido la mayoría de mis post. Es prosaica mi vida, si.
En fin, teniendo en cuenta que el autobús, en estos tiempos, es mi rincón literario por excelencia, me gusta cuando se llena de poesía aunque sea en forma de adhesivos. Y además una de las poesías que circulan conecta casualmente con el libro que estoy leyendo y del que quiero hablaros hoy.
“La botella vacía se parece a mi alma”
Es el primer verso del poema, escrito por Caballero Bonald, mi libro es “Principiantes” de Raymond Carver, la versión sin retoques de “De que hablamos cuando hablamos de amor”.
“La botella vacía se parece a mi alma” De botellas vacías y de almas secas habla Carver en sus relatos. Tragedias cotidianas y no por ello menos dolientes. Las palabras te golpean con un ritmo perfecto desgranando el descorazonador panorama de unas vidas rotas, insalvables o vidas que languidecen aferradas al alcohol o a la rutina.
A veces me quedo sin aliento y en el autobús tengo que disimular las lágrimas por que el dolor de esas vidas podría ser un dolor cercano, el dolor que hay detrás de las cortinas o en el patio trasero de la casas, el dolor de la perdida irreparable, de la vida desperdiciada, de la ocasión perdida. El dolor real, de la vida real.
En medio del dolor también hay poesía, y en el libro hay destellos, no de esperanza, pero si de ternura o compasión. Personajes hermosos apenas perfilados pero que conmueven, momentos con la magia que también a veces puede revestir lo cotidiano.
Un libro hermoso, duro, de esos que se quedan dentro mucho tiempo, de los que dejan pensamientos que se temen pero que son absolutamente necesarios.
La botella vacía se parece a mi alma
En fin, teniendo en cuenta que el autobús, en estos tiempos, es mi rincón literario por excelencia, me gusta cuando se llena de poesía aunque sea en forma de adhesivos. Y además una de las poesías que circulan conecta casualmente con el libro que estoy leyendo y del que quiero hablaros hoy.
“La botella vacía se parece a mi alma”
Es el primer verso del poema, escrito por Caballero Bonald, mi libro es “Principiantes” de Raymond Carver, la versión sin retoques de “De que hablamos cuando hablamos de amor”.
“La botella vacía se parece a mi alma” De botellas vacías y de almas secas habla Carver en sus relatos. Tragedias cotidianas y no por ello menos dolientes. Las palabras te golpean con un ritmo perfecto desgranando el descorazonador panorama de unas vidas rotas, insalvables o vidas que languidecen aferradas al alcohol o a la rutina.
A veces me quedo sin aliento y en el autobús tengo que disimular las lágrimas por que el dolor de esas vidas podría ser un dolor cercano, el dolor que hay detrás de las cortinas o en el patio trasero de la casas, el dolor de la perdida irreparable, de la vida desperdiciada, de la ocasión perdida. El dolor real, de la vida real.
En medio del dolor también hay poesía, y en el libro hay destellos, no de esperanza, pero si de ternura o compasión. Personajes hermosos apenas perfilados pero que conmueven, momentos con la magia que también a veces puede revestir lo cotidiano.
Un libro hermoso, duro, de esos que se quedan dentro mucho tiempo, de los que dejan pensamientos que se temen pero que son absolutamente necesarios.
La botella vacía se parece a mi alma
Solícito el silencio se desliza
por la mesa nocturna,
rebasa el irrisorio contenido del vaso.
No beberé ya más hasta tan tarde.
Otra vez soy el tiempo que me queda.
Detrás de la penumbra
yace un cuerpo desnudo
y hay un chorro de música insidiosa
disgregando las burbujas del vidrio.
Tan distante como mi juventud,
pernocta entre los muebles
el amorfo, el tenaz y oxidado material del deseo.
Qué aviso más penúltimo
amagando en las puertas,
los grifos, las cortinas.
Qué terror de repente de los timbres.
La botella vacía se parece a mi alma.
Por las ventanas,
por los ojos de cerraduras y raíces,
por orificios y rendijas
y por debajo de las puertas,
entra la noche.
José Manuel Caballero Bonald.
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