Ayer pude ver un interesante documental, en el siempre magnífico programa DOCUMENTOS TV, un documental sobre las musulmanas españolas que defienden el uso del velo.
El documental pretendía sencillamente que conociéramos la opinión de estas mujeres, sus vivencias, y como percibían las reacciones de su entorno al uso que hacen del velo.
Todas eran chicas interesantes, trabajadoras o estudiantes universitarias, y todas coincidían en que llevar el velo no las transformaba en mujeres sumisas. Defendían el uso de la prenda como un ejercicio de libertad.
La opinión de una de ellas incluso me conmovió, por que concluyó que llevar el velo venia a ser un intento de alejarse del culto a la imagen de nuestra sociedad, que con ello pretendía ante todo que se la valorara por si misma, por lo que ella era como mujer y como ser humano. Sin embargo, pese a la poesía o al convencimiento con el que expresaban sus opiniones, pese a expresar con bellas palabras que el cabello de una mujer podía ser un secreto reservado a aquellos a los que quería, a que la belleza del cuerpo de la mujer es algo intimo y sagrado, pese a afirmar que tapaban su cabello, consciente y libremente para su Dios, cuando reflexionando sobre aquello me metí en la cama, concluí que no podía creerlas.
No puedo, ni quiero creerlas.
Ser mujer no es un secreto. Ocultar la feminidad bajo telas, pañuelos, mangas o abrigos no es una ofrenda, es una ofensa a la realidad del ser de una misma. Ocultarse es expresar temor, reserva, miedo. Y lo peor es cuando ese miedo no procede de ti, que ya es terrible, lo peor es cuando ocultarse responde al miedo que de una mujer tiene un hombre.
“El velo nos protege de las miradas libidinosas de los hombres”.
No os creo.
El velo protege a los hombres de vuestro poder como seres humanos diferentes.
Mi cabello, mis caderas o mis brazos no fueron creados por ningún Dios para ser ocultados o para hacer de ellos un santuario secreto. Una mujer es un ser que viene al mundo a caminar por él con la misma libertad con la que camina un hombre, no hay en nosotras nada de oculto, misterioso o fascinantemente mistérico o lunático que nos deba empujar a escondernos, en nada ofende a mi Dios el cabello que él creo suelto bajo el sol.
No es heroico llevar el pañuelo, no es expresión de valor. Ocultarse no refuerza lo que uno es, refuerza lo que los demas son. Refuerza el poderio de una fe que condena a la mujer a ser un objeto, un regalo a descubrir por un hombre para el que es su propiedad. Admiro a las mujeres que se expresan no a las que se esconden.
Decían que cada vez eran mas, y eso a mi si me dio miedo, me da miedo no poder explicar a mi hijo o hija que en el mundo todavía hay gente que ve en la belleza una amenaza.